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Cuerpos de seguridad del Estado

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He leído que en España desaparecen toneladas de cocaína de la Jefatura Superior de Policía de Sevilla mientras no hay culpables, detenidos ni aparece la coca. En Camboya, salvando las distancias, la pasma también se pone las botas; aunque las diferencias radican en las ansiedades, a veces posibilidades, de los que aún teniendo que resguardar la ley se la saltan. Hoy leía a Yukio Mishima por medio de uno de sus personajes de la novela ‘El Templo del Alba’ algo así como que “si no tienes para pagarte un buen abogado para qué delinques”, dando a entender que la posición social del estafador, ladrón o terrorista puede hacerle salir adelante.

Una playa para no bañistas, entre Kep y Kampot, en día de mar serena y cielo mucho más que despejado, cuando a lo lejos aparece una barcaza de la que comienzan a saltar tipos vestidos con ropa de calle. Nadan con problemas y van orientando hacía la orilla de piedras y árboles los bidones que desde el interior de la barca les van tirando sus compinches. Les cuesta llegar a tierra firme aunque finalmente lo consiguen. Una furgoneta espera abierta de par en par con su conductor apurando un cigarrillo cuando aparece un policía camboyano.

Coinciden los bidones arramplados en la orilla, los tipos que los trajeron y el guardia, cuando me insinúan que me aparte. Mientras hago como que me relajo, verifico que los recipientes están llenos de gasolina. A los cuarenta segundos, el policía, sonriendo –esto no debe ser una sorpresa porque en Camboya ríen hasta los que lloran-, se aleja del escenario como si nada, con su mordida recién cobrada para que en estos mismos instantes alguien esté vendiendo por las calles del sur de Camboya gasolina metida ilegalmente en el país proveniente de Vietnam con el beneplácito de un uniformado.

La atracción por el dinero, la facilidad para mentir, el poder de ser policía, y los pírricos sueldos que cobran, hacen de la policía camboyana una agrupación de hombres venidos a menos a cambio de unos pocos billetes extras de dólar. Algunas veces te multan cuando transitas legalmente con tu moto sólo para poder sacarte otro par de dólares. Luego los ves en los bares con señoritas de compañía o en restaurantes locales gastando la coima mientras ven en el vetusto televisor un partido de fútbol europeo.

Mientras Japón intenta fabricar robots para que los seres humanos sean atendidos mejor o para que las fábricas dejen de contratar a personas, Camboya necesitaría, y otros tantos países, robots uniformados, imposibles de corromper, eficaces por no disponer de cerebro humano.


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